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Los pacientes cuentan sus historias sobre el cáñamo y la marihuana usados de forma medicinal
By junio 09, 2020 0 Comment

Los pacientes cuentan sus historias sobre el cáñamo y la marihuana usados de forma medicinal

El 21 de julio de 2019, Tatiana Falconi fue sometida a una cirugía de cáncer de seno. Al hacerse metástasis, tuvo que recibir quimioterapia y radioterapia. “Tenía una vida activa, caminaba ocho kilómetros al día, quizás por eso soporté bien la primera quimioterapia, pero en la segunda, los dolores de los huesos y de todo mi cuerpo fueron más intensos. La falta de apetito, la deshidratación, la depresión, terribles, y a esto se sumaba no poder dormir nada los diez primeros días de cada quimioterapia”, relata.

Tatiana tomaba la medicina tradicional para el tratamiento del cáncer, pero bajó de peso y los dolores eran tan fuertes que a veces duplicaba la dosis. Fue en ese momento cuando empezó a acompañar este tratamiento con cannabis medicinal recetado por un naturópata.

El compuesto que le recetaron se llama CBD. Es uno de los más de 100 que conforman el cáñamo y la marihuana, dos plantas distintas, pertenecientes a la especie cannabis sativa .

En septiembre de 2019, la Asamblea Nacional de Ecuador despenalizó el cultivo y la producción de productos del cannabis de uso paliativo, medicinal y terapéutico en Ecuador y se prevé que el próximo 21 de junio entren en vigencia las reformas que permiten el cultivo, comercio y uso del cannabis para los usos antes mencionados.

El CBD (conocido también como cannabidiol) no hace ‘volar’. Se lo identifica como el ‘primo legal’ del tetrahidrocannabinol (THC), el compuesto psicoactivo del cannabis. El THC no debe pasar del 1% en la composición de las plantaciones legales de cáñamo y marihuana en Ecuador.

¿Cuáles son los beneficios del CBD?

La propiedad más popular del CBD es la analgesia, pero también es antiinflamatorio, neuroprotector y antioxidante; tiene propiedades antidepresivas, ansiolíticas y antipsicóticas; ayuda al tratamiento de enfermedades reumáticas; sirve para tratar la epilepsia, la fibromialgia, la esclerosis múltiple y el estrés postraumático; se usa en el tratamiento de algunos tipos de cáncer, sobre todo para aminorar las náuseas; y ayuda a conciliar el sueño.

Esa fue la mayor ayuda para Tatiana, quien no pudo dormir durante los primeros 10 días de su quimioterapia inicial.

Tras empezar a tomar una gota de CBD en el desayuno, una en el almuerzo y dos antes de acostarse, cuenta que lo más importante era que podía dormir tres o cuatro horas de corrido.

La intensidad de los dolores bajó de a poco. La tercera terapia fue más llevadera y en la cuarta no se deshidrató. “Antes (del CBD) no podía tomar agua, demoraba de 4 a 5 horas en terminar un vaso”, dice.

Ana Cristina Ramos llevaba 10 años sufriendo por su salud uterina y a los 26 le diagnosticaron endometriosis. “Me dijeron: ‘vas a tomar analgésicos y anticonceptivos toda tu vida’ (…) además de lo que ya tomaba antes: ibuprofeno, antiinflamatorios, que me destruyeron el hígado y el estómago, solo para que no me duela”, cuenta.

Por su enfermedad perdió 40 libras, se le cayó la mitad de su pelo, entre otras secuelas. Luego de su primera operación, su hermana le dijo que pruebe con aceite de cannabis y averiguó de qué se trataba.

Tras dos semanas de tomarlo, le empezó a crecer el pelo y recuperó su peso. “Me volví ‘evangélica’ de esto. Dije ‘tengo que mostrarles a todos esta maravilla’”, cuenta. Actualmente es activista y miembro fundadora de MUCA (Mujeres Cannabicas), fundación que visibiliza a la mujer en relación al cannabis en Ecuador.

La historia de convencimiento de Ana Cristina la experimentó también Mónica Ordeñana, en Guayaquil. Tres días tardó en ver mejorías en la salud de su hija Ana Gabriela, cuando empezó su terapia con cannabis medicinal. La joven tenía 24 años cuando fue diagnosticada de colitis ulcerosa sangrante. “Al principio nadie daba con lo que tenía (…) sentía cólicos terribles, iba al baño continuamente, sufrió deshidratación y anemia”, explica Mónica.

El tratamiento tradicional consistía en tomar antibióticos y corticoides, que calmaban apenas esas molestias y causaban efectos secundarios. Se quedó sin cabello, estaba débil, delgada y los dolores no se iban.

La autoestima de Ana Gabriela estaba por los suelos y hasta le dijo a su mamá que se quería morir. Entonces buscaron en internet a gente que sufriera males similares y conocieron a la Agrupación de Pacientes y Familias Pro Cannabis Medicinal del Ecuador, en la que recibieron apoyo y asesoría. Les dijeron que el grado de dolor bajaría de 10 a 8. “Fue casi inmediato -cuenta Mónica- el tercer día bajó a 8, a 7, y después a 2”.

La joven dejó de sentir dolor y la angustia cesó. Subió de peso y hoy ya no usa la medicina tradicional. Ha bajado la dosis de CBD hasta tomar unas gotas antes de acostarse. Cuida su alimentación, pero no más que eso.

La enfermedad de Ana Gabriela no tiene cura, el tratamiento es paliativo. “El dolor no se va a curar, pero se va a aminorar, y es bastante para quien conoce ese dolor”, recalca Alexis Ponce, presidente de la Agrupación de Pacientes y Familias por cannabis medicinal del Ecuador.

La legalización

Además del tratamiento paliativo, los otros dos son usos que serán legales son el medicinal y el terapéutico, siempre que se demuestre que la persona que recibirá la terapia padece una enfermedad, según indica la Ley.

Ponce fue uno de los promotores de esta legalización. En la Navidad de 2015, se agotó la morfina que usaba su esposa Nelly Valbuena como paciente oncológica, con metástasis. Entonces hicieron un aviso por redes sociales: Necesitamos cannabis. El resto es una historia de perseverancia. Al principio estaban “los dos solos en su lucha”, por su esposa y su hija de 19 años, que tiene el trastorno genético síndrome de ‘Sonrisa de Angelman’, señala. Luego se dieron cuenta de que la única forma de que se aprobara una ley como esta era que salgan a escena “personas de carne y hueso, con dolores y enfermedades”.

Convocaron gente con cáncer, autismo, artrosis, enfermedad de Parkinson, fibromialgia y otros problemas de salud. Al comienzo eran 17 familias de Quito, Guayaquil y Cuenca. Hoy el grupo tiene más de 3500 integrantes, y amplió sus límites al exterior de Ecuador.

Algunos integrantes del grupo formaron parte de las sesiones de la Asamblea Nacional en los debates del Código Orgánico de la Salud, en 2019. Heidi Molina, paciente con fibromialgia explicó al pleno: “Ustedes se lavan los dientes, se bañan todos los días con agua y jabón. Para que me entiendan, yo no puedo alzar el cepillo de dientes porque me duelen las manos, no puedo bañarme porque cada gota de agua es una aguja en mi cuerpo. Estoy aquí porque gracias al cannabis no tengo dolor y puedo venir a hablarles”.

Hasta ahora, la adquisición de productos se hace de manera ilegal. Esta y otras agrupaciones que llevan años en el activismo ayudan a la gente a conseguir los productos de cannabis, que llegan importados de Estados Unidos o se consiguen en la creciente industria local informal.

La nueva ley permite el ingreso de medicamentos con compuestos como el CBD y abre las puertas a la investigación médica-científica. Pero la medicina debe ser administrada por especialistas de áreas médicas específicas.

Son pocos los doctores en Ecuador que asesoran a pacientes en terapias de este tipo. Una es Isabel Espinosa, médica magister en Plantas Medicinales, experta en cannabis medicinal. Ella lleva dos años asesorando en el tema a pacientes con enfermedades autoinmunes, cáncer, dolor crónico, problemas psicológicos, como medicina suplementaria y cuidados paliativos.

Explica que lo importante es la dosificación, respecto a la finalidad de la terapia. Señala que el cannabis es una planta muy estudiada y sirve para varias afecciones, no solo el CBD sino sus demás componentes, por lo que no sabe “si es cuestión de tiempo hasta que los Ministerios de Salud y de Agronomía abran más su conocimiento científico”.

Por ejemplo, dice, “el THC ayuda a la relajación de músculos y el CBD no tanto. Entonces el THC sirve para las secuelas de la parálisis cerebral y de las enfermedades como la esclerosis lateral amiotrófica, que cursan con rigidez de los músculos”.

Sobre el CBD, realza sus propiedades analgésicas y cómo mejora las náuseas en las quimioterapias y el ánimo en los pacientes. Además, con su consumo hay mejora en las enfermedades degenerativas, como el Parkinson, el Alzheimer y otros tipos de demencia.

“Algunos lo consideran una ayuda para solo un tipo raro de epilepsia que se da en los niños, pero en general es muy buen antiepiléptico para todos y un neurólogo va a poder recetar dosis pequeñas que ayudarán a controlar las crisis convulsivas”.

Espinosa relata que tuvo un paciente con neuralgia, que incluso fue a Estados Unidos a hacerse infiltraciones y tomó opiáceos fuertes por dos años, sin un buen resultado. “Apenas empezó a tomar cannabis, su problema se suprimió casi en lo absoluto”.

El acceso al cannabis

Espinosa cree que hay un gran problema en el proceso de legalización: el difícil acceso a la medicina.

“Se plantea que solo cuatro especialidades:, Oncología, Psiquiatría, Neurología y Terapia del Dolor, van a poder prescribir cannabis medicinal”, comenta. La especialista trabaja en el área de Atención Primaria y sabe que desde que un paciente es revisado por primera vez hasta que llega a un especialista, pasa mucho tiempo.

Médicos como ella derivan a los paciente a los especialistas. “…si se quedan esperando una cita con un especialista, quizás pasen meses para la primera consulta (…) más de un año para que tenga un tratamiento. Además, la persona tiene que haber agotado los otros esquemas terapéuticos para poder acceder al cannabis”, explica.

Según la ley aprobada, la persona tiene que probar todas las terapias convencionales para, luego, poder hacer una terapia con CBD. Por ejemplo, si tiene migrañas severas, tendrá que tomar analgésicos fuertes y también morfina. “Corren peligro riñones, hígado, y recién ahí el sistema sanitario permite acceder al cannabis. En cambio, con cannabis y paracetamol, este paciente mejoraría rápidamente. El mismo problema tendría una persona con dolor neuropático, por diabetes”, detalla la doctora.

La solución para ella sería que, con capacitación del Ministerio de Salud, todos los médicos, incluso odontólogos y obstetrices, pudieran recetar este tipo de medicinas, así como se meten en el sistema y recetan morfina y otros medicamentos delicados. “Si hacemos esto, por qué no nos van a dejar recetar este tipo de medicina”, se pregunta.

Para Ricardo Calle, especialista en toxicología clínica, lo más importante es la valoración médica previa, pues “es importante saber qué otras formas de tratamiento ha tenido el paciente, porque el uso de cannabis no se considera un tratamiento de entrada”.

Después, dice, hay que conocer las características organolépticas de la planta como si fuera cualquier especie, ya que es igual que con una naranja, no son iguales cuando las cultivan varias personas”.

El proceso de conocer la dosis necesaria para cada paciente se llama titulación, comenta Espinosa y es necesario para evitar efectos secundarios.

Hay que tener claro: el tratamiento no es para todos, y no es recomendable automedicarse. Aunque mundialmente no se han dado casos de sobredosis por cannabis medicinal, para Calle “no hay tratamiento 100% seguro, así sean plantas medicinales”.

Ambos doctores recalcan que las personas con antecedentes de abuso de sustancias no pueden recibir estos tratamientos porque podrían consumir dosis mucho mayores. El CBD tampoco es recomendable para gente que consume anticoagulantes o cierto tipo de sedantes para la ansiedad. “En caso de usar antidepresivos y antipsicóticos, se puede usar CBD, pero en pequeñas dosis. (…) cuando hay psicosis, solo se puede usar CBD, porque el THC puede desencadenar ideas paranoides. Por último, en caso de arritmia o taquicardia, solo se puede tomar CBD”, agrega Espinosa

Otros riesgos son los efectos psicoactivos al mezclar CBD y THC, somnolencia, euforia o confusión. Por vía inhalatoria puede exacerbar enfermedades pulmonares y no es recomendable operar maquinaria o vehículos al tomar este tipo de terapias, porque los reflejos están más lentos.

Por ello, señala Calle, es importante también elegir la forma en la que se suministra el cannabis: por vía inhalatoria, en tinturas, vía alimenticia o en aplicación de óleos o cremas, porque el efecto varía.

También hay medicamentos que sintetizan el cannabis, pero están en fases experimentales.

La calidad

Basta poner aceite de CBD en internet para encontrar decenas de opciones en venta en Ecuador, con envíos a todo el país. La información también se riega en los chats, un poco en el boca a boca.

Pero estos aceites no especifican su composición ni el origen de la planta utilizada.

Omar Vacas Cruz, investigador científico de la Pontificia Universidad Católica de Ecuador lleva 20 años estudiando plantas medicinales, 10 de estos cannabis.

“He visto a gente usando marihuana barata, con alto contenido de THC, para hacer aceites medicinales. Es muy peligroso si eres hipertenso (…) alguien en Uruguay murió por esto”, cuenta el doctor.

Cuenta que muy pocas marcas importadas traen información de su composición y que de los aceites que se fabrican aquí, hay solo 2 o 3 que se hacen de manera artesanal pero sí cumplen los estándares de preparación.

Espinosa coincide. Para comprobar el efecto, prueba las marcas que aparecen en el mercado. “Hay aceites que no tienen nada de CBD -comenta- además muchos están adulterados, tienen antihistamínicos, les meten cosas para que induzca al sueño”

Ella detalla que la marihuana que se usa de forma lúdica, “la de la calle”, vale unos 200 dólares la libra, mientras que la misma cantidad de cáñamo para hacer aceites puede llegar a costar 4500 dólares.

Calle añade: “(al aceite de CBD) le ponen otros elementos para causar efectos, o bajar costos, le aumentan anfetaminas, sales de magnesio, alucinógenos, semillas, a veces comercializan cannabis sintético (…) siempre habrá personas que busquen esto para abaratar costos, no tiene nada que ver con el cannabis, sino con los adulterantes”. Por ello insiste en que la regulación debe ir de la mano de quien expende la especie, de los laboratorios, para que la planta sea valorada.

Es casi imposible que esto no suceda, según Vacas, porque los aceites son caros y un ciudadano de estrato socioeconómico medio o bajo no se puede permitir una compra de un aceite de 35 o 40 dólares. Pone como ejemplo a Uruguay, país que legalizó la marihuana en todos sus usos hace 6 años. Allí hay artesanos que fabrican a bajo costo y hay productos de farmacia que están entre 80 y 120 dólares. Las personas pueden comprar el más barato, pero hay riesgos.

El autocultivo

La ley en Ecuador no legalizará el autocultivo y hay opiniones divididas al respecto.

La doctora Espinosa cree que es un error dejar a un lado a los activistas, pues han pasado años estudiando el cannabis y su conocimiento es amplio.

¿Qué pasa si eres madre de un niño con parálisis y epilepsia y no siempre puedes comprar un aceite?, pregunta. Su respuesta es el ejemplo de la fundación Daya, de Chile, que asesora a mujeres con este problema, les enseña cómo plantar (el número permitido de plantas en ese país) y cómo extraer el aceite para consumo de sus hijos.

“Se debe incluir a la población y no solo a los grupos económicos grandes (…) no creo que constituyan una amenaza (económica)”, opina.

Vacas explica que actualmente el producto a la venta viene de manos de autocultivadores y de la importación. Entiende que “cada uno defiende sus intereses”, pero cree que necesitan organizarse y mejorar la calidad de su producción, de la genética de las plantas que usan y ofrecer un producto que cumpla con la reglamentación, porque todo el que lo consuma va a querer “saber qué está tomando”.

Sobre las grandes productoras, estima que será más fácil controlar la calidad de su producto y que su beneficio es que traerán mano de obra y divisas al país.

“Varias empresas, nacionales e internacionales, han mostrado su interés por invertir en cultivos e industrialización del cáñamo en Ecuador. Sin embargo, todas están a la expectativa de que se establezcan las normativas anteriormente señaladas, para formalizar sus intenciones”, respondió el ministerio de Comercio Exterior sobre el tema, ante un requerimiento de este medio.

Otros usos

El CBD es un ‘boom’ en otras partes del mundo. Lo catalogan como el nuevo crossfit y, según un informe del Grupo Brightfold, es una industria que podría llegar a generar $ 22 mil millones para 2022 solo en los EE. UU. En Ecuador, según datos del Gobierno, pueden llegar a ser decenas y hasta centenas de millones de dólares”.

Hay mayonesa, cerveza y chocolate con CBD y cada vez más empresas invierten en productos con este compuesto. “No se consumen para volar -explica Vacas- mezclado con el chocolate, por ejemplo, el CBD sirve para la disfunción eréctil”.

El cannabis es una planta que también se usa en la industria cosmetológica (cremas antiarrugas, champús para pacientes con quimioterapia, jabones para psoriasis, etc.) y tiene otras aplicaciones industriales

Según el Ministerio de Comercio Exterior, con el cáñamo -que es lo que se plantaría en Ecuador en mayor cantidad- también se pueden fabricar balanceados o alimentos, fibras textiles (estopa) y cordajes de gran resistencia; combustibles ecológicos (biocombustibles), lubricantes y bioplásticos, materiales biodegradables de alta resistencia para la construcción y obtención de celulosa para elaborar papel o cartón, elaboración de materiales aislantes. Además, la semilla del cáñamo es considerado como un súper alimento (fuente de proteína vegetal, fibra, ácidos grasos, hierro, fósforo, calcio, magnesio y manganeso) por lo cual, podría emplearse con fines alimenticios.

La producción de cáñamo será catalogado como agrícola o agroindustrial; por lo tanto, las inversiones en ese sector gozarán de incentivos para las nuevas inversiones: exoneración de impuesto a la renta e Impuesto a Salida de Divisas (ISD) en el caso de suscribir un contrato de inversión.

El estigma

El cannabis sigue siendo estigmatizado en Ecuador, al menos la marihuana común, con alto contenido de THC. Pero la gente empieza a enterarse de que, además de ser usada recreativamente, tiene amplios beneficios para la salud. “Siempre fue así”, cuenta Alexis Ponce. “Lo mismo pasó en Ecuador con el uso de la anestesia (…) con el uso de las baterías sanitarias que reemplazaron las bacinillas. Tuvo que pasar una generación para que se pierda el miedo a usar anticonceptivos”.

Vacas añade que ahora la sociedad está más informada y hay más aceptación, sobre todo en los grupos de personas con enfermedades catastróficas.

Tatiana Falconi dice que la gente debe saber que hay muchos médicos y científicos que respaldan el uso del cannabis como tratamiento. “No soy yo, sino muchas personas que se benefician”.

Cuando su hija comenzó el tratamiento con CBD en 2018, Mónica no le contó a nadie, por temor a que la gente pensara que era una droga. Cuando el tema se hizo legal, le dijo a sus amigos más íntimos, porque una amiga tiene una mamá epiléptica y se lo comentó para que haga la prueba. “Le ayudó muchísimo y para mí y mi hija fue como un milagro, que le hizo regresar a una situación de vida normal”, cuenta. (I)

Fuente: eluniverso.com