Cultivo de interior orgánico.

Por Miguel Gimeno.- Cultivo de indoor “bio”

Bien por motivos de carencia de espacios abiertos, o bien por una discreción casi total, son muchas las personas que comienzan por primera vez a cultivar marihuana realizando un cultivo indoor.

Como ya sabéis, los cultivos indoor se caracterizan por cultivarse en espacios cerrados con iluminación y sistema de ventilación-aireación completamente artificiales para poder mantener unas condiciones de cultivo ideales, por lo que jamás podrá considerarse como un cultivo cien por cien ecológico. Obtener cosechas de marihuana en cultivos indoor conlleva a un gasto energético tremendamente alto, aunque si lo miramos desde el punto de vista del consumidor se evita el elevado coste del cannabis de calidad en el mercado negro.

Si al uso de tecnología artificial ya citado, le añadimos que en la mayoría de los casos se suelen utilizar técnicas demasiado agresivas, que consisten en realizar tratamientos fitosanitarios con productos de síntesis química y fertilizaciones también de síntesis química, nos encontramos con una tremenda disminución de las cualidades organolépticas, tan buscadas por los gourmets cannábicos, de nuestros preciados cogollos.

Por ello son cada vez más los cannabicultores que intentan paliar esta disminución de dichas cualidades realizando sus cultivos indoor con técnicas ecológicas, ya que el cultivo con abonos y fitosanitarios orgánicos realza el sabor y aroma de las sumidades floridas femeninas de cannabis. Pero no exento de problemas cada cannabicultor debe intentar el hallar las técnicas ecológicas más adecuadas para optimizar la producción de su cultivo. En un cultivo de interior hay que optimizar cada segundo transcurrido, cada centímetro de suelo utilizado y cada watio de energía que se consume. La media de producción óptima de un cultivo de interior se halla al voltante de 0’5 gramos/watio/mes, o sea que de una lámpara de 400 W se deben sacar cerca de 200 gramos al mes. Si no se consigue alcanzar este umbral es que algo no se está haciendo correctamente. Para optimizar la producción hay que tener en cuenta diversos factores, aparte de los puramente ambientales, entre los que cabe destacar las características de cada planta a cultivar, el número de plantas por superficie de cultivo, la calidad del agua y, también, la del substrato utilizado.

En el cultivo de interior hay que controlar a menudo las necesidades de riego de cada planta, no todas consumen lo mismo. Las plantas de un indoor debería de tener fenotipos iguales y genotipos distintos, es decir, tener plantas que físicamente son iguales (tiempos de floración, tamaños, producción,…) pero su carga genética distinta, favoreciendo cierta diversidad genética dentro del propio monocultivo, lo que puede suponer el evitar perder toda la cosecha en caso de alguna fitopatología no deseada. Por ello es importante que observemos las plantas descartando las más altas y estilizadas y seleccionando las más bajas y ramificadas.

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En cuanto al substrato y abonado debemos proceder igual que con cultivos de exterior en macetas, teniendo en cuenta el tamaño y forma de las macetas. Por ello es conveniente utilizar macetas cuadradas para aprovechar mejor el espacio, el tamaño de éstas dependerá de la técnica que hayamos utilizado, por ejemplo, en caso de un cultivo que parte de semillas o un mar de esquejes o enmallado, …

Podemos realizar nuestro cultivo mediante sucesivos trasplantes a contenedores cada vez mayores, utilizando substratos acondicionados para la fase de crecimiento y otros acondicionados para la fase de floración. Esta técnica se inicia en contenedores pequeños de 7×7 cm, donde se siembra dos simientes (de una misma variedad) para asegurar que al menos una germine. Al cabo de unas semanas ya podemos realizar nuestro primer trasplante a un contenedor mayor, siempre con el cuidado más absoluto para evitar que se dañe el pan de raíces y pueda sufrir estrés postrasplante en demasía. Podemos realizar tantos trasplantes como veamos convenientes, haciendo un máximo de dos trasplantes en crecimiento, y debiendo realizar el último justo al iniciarse la floración.

Las mayores ventajas de este sistema de trasplantes continuos es evitar la problemática de las fertirrigaciones, que luego veremos, restando tan sólo como única labor del cannabicultor regar las plantas y mantener húmedo el substrato. Como contras se presentan el transporte y manejo de los substratos y abonos orgánicos, y su elaboración, en caso que no se puedan conseguir en grows. Suelen pesar y/o abultar demasiado por lo que supone un problema para pasar desapercibido su transporte, al mismo tiempo que si no conseguimos mezclas de substratos ideales en comercios nos vemos casi obligados a elaborar nuestra propias mezclas: una para crecimiento y otra para floración (todavía no he encontrado en ningún grow un substrato sólo para la fase de floración). Otro inconveniente es que hay que tener contenedores de tantos tamaños como trasplantes realizados.

MEZCLA:

1.- Substrato para crecimiento: 50 % de un substrato comercial de mezcla de Turbas pura, sin enriquecer, más 40 % de lombricompost, ó lo que es lo mismos humus de lombriz, más un 10 % restante de perlita o vermiculita, que son minerales de arcillas expandidas.

2.- Substrato para floración: 50 % de un substrato comercial de mezcla de Turbas pura, sin enriquecer, más 20 % de lombricompost, ó lo que es lo mismos humus de lombriz, más un 10 % de perlita o vermiculita, que son minerales de arcillas expandidas, y el restante 20 % de guano de murciélago o murcielaguina.

Otra manera de realizar nuestro cultivo es la de realizar un solo trasplante a la maceta definitiva donde terminará siendo cosechada. Hay que saber que la planta de cannabis, al igual que otras especies de plantas, tiene la característica de poseer un potente sistema de raíces (raíz pivotante), que es capaz de colonizar el substrato y toda la maceta en un período muy corto, al tiempo de agotar los nutrientes con la misma facilidad, tanto por el propio consumo de la planta como por los sucesivos lixiviados provocados al regar.

Este problema con las raíces puede conllevar incluso hasta la muerte de la planta por asfixia radicular, lo que se hubiera evitado al realizar sucesivos trasplantas, ya que las raíces siempre tienen tierra nueva que colonizar. También, debido a la esquilmación de los nutrientes del substrato, hay que proceder a la fertirrigación con abonos líquidos orgánicos, que suelen tener, no siempre, además de malos olores un pH demasiado alto, esto puede provocar sucesivos bloqueos por antagonismo de nutrientes necesarios, lo que puede conllevar a un final del cultivo casi agonizante para parte de las plantas, ya que apenas les quedan recursos para poder finalizar de forma adecuada la floración. Muchos cannabicultores deciden rebajar el pH de la disolución del abonado licuado con Lactobacilus Acidofilus, con limón, con vinagre de manzana, con mezclas ácidas de microorganismos, …., que estabilizan el pH de forma muy “light”.

Sea cual sea la forma que se elija de cultivar las plantas, con métodos ecológicos las plantas y los paladares de los cannabicultores lo agradecerán.

En cuanto a las plagas más comunes con la araña roja y los trips, ambos suelen aparecer por sucesivos desequilibrios hídricos de los substratos, hay que mantener siempre el substrato húmedo. Se pueden tratar con pulverizaciones de preparados con neem, rotenona o piretrina natural. Ojo con la rotenona que puede aumentar el potencial biótico de la araña roja y obtener el resultado contrario, también en condiciones de mucho calor y con dosis demasiado elevadas puede provocar quemaduras en las plantas. En cuanto a las enfermedades criptogámicas cabe destacar el moho gris o botritys, que podemos tratar con pulverizaciones de decocción de cola de caballo cuando las luces estén encendidas y durante tres días seguidos, al tiempo de regular la aireación ventilación del habitáculo de cultivo que seguro será inadecuada.

Por Miguel Gimeno

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